Álvaro Aragón Ayala.
El fallecimiento de Jesús Alberto Aguilar Padilla descabezó a un grupo de priistas, cuasi apareados con el partido Movimiento de Regeneración Nacional, que con la guía del ex gobernador de Sinaloa proyectaban apoderarse y empoderarse en la dirigencia del Comité Directivos Estatal del PRI. La muerte de Aguilar cambió el escenario político en el partido tricolor.
Los “huérfanos” del liderazgo de Aguilar, que gracias a la habilidad del ex mandatario estatal “coqueteaban” o se alineaban coyunturalmente a las jugadas del gobernador Rubén Rocha Moya, tendrán que tomar una decisión crucial: o se definen claramente por el Revolucionario Institucional o emigran a Morena.
El ex gobernador tenía la facilidad de pactar con el PRD y el PAN y otras fuerzas políticas. En el proceso electoral del 2021 apoyó “por abajo del agua” la candidatura de Rubén Rocha Moya, otrora candidato del Morena-PAS, con quien lo ligaba una vieja amistad. Rocha fungió como jefe de asesores del gobierno de Aguilar Padilla.
El homenaje póstumo, de cuerpo presente, ofrecido en Palacio de Gobierno por el gabinete morenista y los “priistas por contrato”, ofreció la lectura de la acogida política inmediata del grupo de Aguilar Padilla por quien gobierna Sinaloa, aunque algunos pudieran optar por refrendar su lealtad y compromisos con el PRI.
La defunción del ex gobernador cambió el escenario político en el PRI. En la ruta del relevo de la dirigencia estatal, ya sin la presencia-fuerza de Aguilar Padilla, podría fortalecerse el mochitense Álvaro Ruelas Echave o bien pudieran resurgir Aarón Rivas Loaiza y Aarón Irízar López, vetados por el exmandatario fallecido.
En estado de orfandad política, los aguilaristas perdieron la fuerza política para descalabrar el mecanismo que definirá el PRI Nacional para el cambio de la dirigencia estatal en Sinaloa y carecen de interlocutores de alto calibre para sentarse a negociar con Alejandro Moreno Cárdenas posiciones de primer nivel en el tricolor.