Alvaro Aragón Ayala.
Para el despiste de la sociedad pensante, la Pax Narca revivió la nueva modalidad de violencia, la violencia silenciosa, con homicidios selectivos y “levantados” y “desaparecidos” no contados como asesinatos, particularidad ad hoc para el diseño de estadísticas criminales a la baja como si en realidad los índices delictivos hubieran caído llegando como por encanto la paz a Culiacán.
La violencia silenciosa hacedora de tumbas clandestinas no es medida en los rankings de seguridad; tampoco se tasa la quema y robo de vehículos ni los enfrentamientos de los delincuentes contra los cuerpos de seguridad–militares y guardia nacional-. Los desaparecidos son ciudadanos anónimos no tomados en cuenta para medir la inseguridad en las ciudades.
La capital del estado salió hipotéticamente del ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo, según el informe anual del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A. C., que no contempló, tampoco, la intensa presencia militar y su movilidad en la contención de los grupos delictivos fuertemente armados ni la detección de laboratorios de fentanilo, otra forma de violencia.
El año pasado, este mismo Consejo informó que Culiacán ocupaba la posición número 43 en el ranking. En la nueva medición no se contempló, tal vez, el enfrentamiento sangriento del poblado de Jesús María que ocasionó un segundo “Culiacanazo” y la quema masiva de vehículos. Después, de la detención de Ovidio Guzmán López, los ajustes de cuentas entre las bandas delictivas se dan en modo silencioso y bajo la hermética perpetración de “levantones”.
ROBOS DE VEHICULOS A GRAN ESCALA
La Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) reportó que la captura en el poblado de Jesús María de Ovidio Guzmán López, el hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, el pasado 5 de enero, provocó que 256 vehículos fueran robados durante la jornada de enfrentamientos y la imposición del narcoterrorismo en Culiacán.
Norma Alicia Rosas, directora de la AMIS, indicó que estas unidades reportadas ante las compañías fueron automóviles particulares, tráileres y camionetas de tipo pick-up.
Después del 5 de enero, los robos de vehículos han ido in crescendo. Grupos fuertemente armados, a veces en dúo y en ocasiones en escuadrones, perpetran de manera violenta despojos de unidades motrices en Culiacán y otras ciudades de Sinaloa y por la carretera Internacional. Los cuerpos de seguridad han sido rebasados por las bandas delictivas.
LA PAX NARCA Y LOS CRIMENES
Para forjar una idea de lo incomprensible de las mediciones sobre seguridad y violencia, es interesante evaluar el impacto psicológico- social de la presencia de grupos delictivos en las ciudades. Es contradictorio calcular la incidencia delictiva sin tomar en consideración a los desaparecidos y la operación, de hecho, de bandas del crimen organizado que generan miedo en la sociedad.
En Culiacán en el 2022, por ejemplo, se registraron 397 denuncias por desaparición de personas. Denuncias directas sin contar las que no se reportaron porque las familias de las víctimas temen ser asesinadas o desaparecidas, también. De ese total, el 64 por ciento nunca fueron localizadas y el 4 por ciento fueron halladas muertas, lo que representa poco más de 269 casos.
La cifra da cuenta entonces de que las personas desaparecidas y no localizadas junto con aquellas localizadas sin vida en Culiacán, ya sea a flor de tierra o sepultadas en tumbas clandestinas, fueron más que los homicidios dolosos. Así, el número de desaparecidos, no considerados como homicidios, va a contracorriente a las mediciones o las estadísticas sobre la violencia.
El año pasado, antes de la detención de Ovidio Guzmán, el presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que el dominio del Cártel de Sinaloa en sus bastiones históricos permite mantener bajos índices en asesinatos. Sí. De los asesinatos. No incluyó a los “desaparecidos”.
“Hay lugares en donde predomina una banda fuerte y no hay enfrentamientos entre grupos y por eso no hay homicidios”, argumentó el mandatario en una de sus conferencias al poner como ejemplos los casos de Sinaloa y Durango. “No tenemos los problemas lamentables, graves de violencia sobre todo de homicidios, como está sucediendo en otros estados y esto hay que subrayarlo, porque a veces se tiene la imagen de que hay mucha inseguridad en Sinaloa y esto no corresponde a la realidad”, puntualizó.