Alvaro Aragón Ayala
El proceso de selección-votación de delegados de Morena exhibió la poca capacidad de convocatoria de los alcaldes y diputados federales y locales que lograron una posición en el Consejo Político Estatal y encaja más en la construcción estatal de un partido simbólico sin capacidad para decidir las candidaturas locales y federales que le corresponderán a Sinaloa en el 2024.
El Consejo Político Estatal nacerá en la etapa de endurecimiento de la toma de decisiones de Andrés Manuel López Obrador, quien definirá el “destape” del candidato de Morena a la presidencia de la República y “palomeará” a los candidatos a diputados y Senadores que le garanticen el blindaje en su retiro y la continuidad de la Cuarta Transformación.
El teje maneje en relación al candidateo de la futura (o) presidente del Comité Ejecutivo de Morena se pierde en la elucubración. Quienes aspiran a dirigir el partido, la mayoría no pertenece al círculo rojo del gobernador, algunos son desleales o traidores y otros abrevan de “padrinazgos” nacionales que no embonan en el proyecto estatal de Rubén Rocha Moya.
Los aspirantes y suspirantes y uno que otro figurín morenista –líderes o generales de café, pero sin tropa-, algunos cuentan con acusaciones ciudadanas de rapiñaje en el manejo de las haciendas-tesorerías de los ayuntamientos y otros enfrentan denuncias por abandono de las bases sociales al meterse en la burbuja de caldo flaco que les otorgan posiciones electorales trianuales o de responsabilidades administrativas.
Los alcaldes Guillermo -El Químico- Benítez, Carla Úrsula Corrales y Amalia Gastélum Barraza, y algunos diputados locales y federales fantochearon y desplegaron una “locura digital” porque se colaron como delegados de Morena, pero ocultaron que obtuvieron votaciones ridículas si se toma en consideración la extensión territorial y el número de habitantes en cada uno de los 7 distritos electorales de Sinaloa.
El número de sufragios de la jornada pro-delegacional ofrece la lectura de la construcción de un partido simbólico que no representará a las bases morenistas, sino a los estrechos liderazgos que viven todavía bajo la sombra del presidente de la República, pero que no han creado andamiajes en los municipios-distritos que les garanticen victorias electorales sin el apoyo o en ausencia de López Obrador.
Es falso de toda falsedad que en Sinaloa votaron 80 mil morenistas en el proceso electoral interno. Apegarse a esa cifra constituye reconocer que apareció el “voto flash” -un promedio de casi 7 sufragios por minuto- y que en cada uno de los distritos electorales participaron más de 10 mil personas, lo cual no concuerda con los resultados de la compulsa de la jornada.
Con esos números inflados y la poca votación distrital alcanzada por cada uno de los delegados que representan los 7 distritos electorales y la ausencia de campañas de promoción territorial personalizada, queda claramente definido que la nueva presidenta(e) de Morena será elegido con base a los acuerdos que se tejen ya en la cúpula del poder.
Así, Morena no será un partido real, sino simbólico, con una Consejo Político Estatal o estructura dispersa en los distritos, lo cual facilitará la toma de decisiones piramidales y el mecanismo de control del partido. El o la dirigente estatal únicamente obedecerá y administrará las decisiones que tome el gobernador Rubén Rocha Moya con base a sus propios intereses, las directrices de Morena Nacional y la secretaría de Gobernación.
La responsabilidad del control de Morena-Sinaloa recaerá en Rubén Rocha Moya. La funcionalidad del partido es similar, mas no igual, al del PRI. El gobernador tomará acuerdos u obedecerá la línea presidencial que le llegará por la vía Secretaría de Gobernación-Morena. Las siglas del partido solo servirán para darle formalidad legal a la definición de las candidaturas que se decidan en Palacio Nacional.
Ni al presidente de la República, ni a la dirigencia nacional de Morena ni a la secretaría de Gobernación, mucho menos al gobernador Rubén Rocha Moya les conviene la construcción de un Consejo Político Estatal o el fortalecimiento de un liderazgo partidista que tenga capacidad para unir la estructura social morenista y que tome el control de las postulaciones.