Alvaro Aragón Ayala
El presidente Andrés Manuel López Obrador envió un mensaje a la Casa Blanca con un ejercicio de “exploración política” en el sector empresarial zambullendo a un grupo de hombres de negocios en la estrategia del “toma y daca”, golpeando suavemente sus bolsillos con la convocatoria a que compren “cachitos” del sorteo del sorteo del 15 de septiembre de la Lotería Nacional que rifará terrenos en Playa Espíritu.
En el fondo, el inquilino Nacional busca una definición política-empresarial, clara, precisa, en torno a su proyecto de gobierno -La Cuarta Transformación-. En la estrategia lopezobradorista del “toma y daca”, los empresarios tienen cuatro opciones: colaborar comprando 20 millones de pesos o más de “cachitos”; desertar y callar; atacar al presidente; o simular que colabora.
A López Obrador le urgía mandar una señal al gobierno de los Estados Unidos sobre el control político-fiscal que ejerce sobre el sector empresarial y la disposición de los dueños del dinero para apoyar a su gobierno invirtiéndole en proyectos de gran calado como es la presa Santa María y la construcción de su infraestructura hidráulica.
En el plano gubernamental y en su relación política-comercial-empresarial con Estados Unidos, López Obrador define su política, en Petróleos Mexicanos y en la Comisión Federal de Electricidad como la de un Gobierno-Estado Empresario, pese a que la utilidad y las ganancias de las empresas estatales ha sido fuertemente cuestionada.
En los “juegos arancelarios” y los contratos privados con las empresas del estado que se dirimen en el marco del T-MEC, la relación de México se volvió “tirante”. López Obrador advirtió que no cederá en la defensa de la soberanía energética. Sobre el tratado comercial con Canadá y los Estados precisó que “esa política que se impuso por más de tres décadas solo benefició a una minoría (y) empobreció a la mayoría del pueblo de México”.
Al presidente de la República no lo mueve el interés del “moche empresarial”, mucho menos el de la extorsión, como lo han señalado algunos analistas políticos nacionales; especialista en el manejo de enviar lecturas políticas “entre líneas”, Obrador montó la cena de los tamales y el chipilín para enviar un mensaje de unión del Presidente-Estado Mexicano-Empresarios a los Estados Unidos.
El mensaje llegó en forma contundente a la Casa Blanca como una reunión de la fortaleza de las relaciones del López Obrador con los hombres de negocios aglutinados en el Consejo Coordinador Empresarial. En México, el “análisis” se centró en el dinero-montos solicitados a cada empresario, los tamales y el chipilín y el comedero instalado en el Salón Tesorería.
Con la reunión con los empresarios, el presidente de la República envió un memorándum público de la fortaleza del proyecto de la Cuarta Transformación al presidente John Biden y a los congresistas estadounidenses, quienes han sembrado la percepción en los medios “gringos” – The Wall Street Journal, The Washington Post, New York Time, etc-., sobre una supuesta “crisis de confianza” del sector empresarial mexicano hacia el gobierno de López Obrador.
Desde los Estados Unidos con destino a México -replicada por algunos articulistas y analistas nacionales- se desató una campaña para “engordar” esa prefabricada desconfianza empresarial con el propósito de utilizarla como herramienta-pretexto de presión y de disputa para intentar redefinir las relaciones políticas-económicas del sector privado español y estadounidense con el Estado Mexicano y con el resto de la sociedad.