Álvaro Aragón Ayala.
Persistentemente en el centro neurálgico de las migajas de paz que otorgan los grupos delictivos a cambio de disimulo y/o complicidad de las autoridades, los sinaloenses no perciben aún una estrategia clara en materia de prevención y combate al crimen que les permita vivir en paz.
Si bien es cierto que el narcotráfico es un tema que incomoda, nadie en su sano juicio desea que haya más matanzas, levantones, desaparecidos y desplazados ni bloqueos de ciudades, pero tampoco se apoya una política de sumisión a los poderes fácticos.
Los jueves negros en Sinaloa, el 1.0 y el 2.0, exhibieron y agotaron el modelo de seguridad estatal del secretario de Seguridad Pública, el militar Cristóbal Castañeda Camarillo, a quien se le acabó, también, el tiempo en el gobierno de Rubén Rocha Moya.
Cristóbal Castañeda representa el punto de quiebre en el gabinete rochista por sus persistentes fallas en materia de seguridad y por querer sostener una falsa imagen en materia de prevención y combate al delito con estadísticas hechizas.
El operativo militar sangriento, fúnebre, en Jesús María, Culiacán, reventó el esquema del censo o el recuento semanal o mensual con el que Castañeda se sostiene en el cargo. Ese sistema no convence a los sinaloenses que califican de “atole con el dedo” los informes de la SSPE.
La vivencia del jueves negro 1.0 no fue suficiente para que el funcionario estatal creara un modelo de seguridad preventivo para, en apoyo a las fuerzas federales, cuando menos blindar las ciudades de Sinaloa contra actos de narcoterrorismo o contener el poder bélico y de reacción de los grupos criminales.
El clima de inseguridad y la lucha federal contra el narcotráfico puso de manifiesto las fallas orgánicas de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal. Cristóbal Castañeda es ya una carga para el gobernador Rubén Rocha. Se sostiene en el cargo sólo por una recomendación presidencial, se dice
La violencia desatada el jueves negro 2.0 fue superior al culiacanazo, pues hubo más 30 muertos incluyendo un coronel del Ejército y generó terror y la inconformidad de los pobladores de la sierra por lo que llaman uso excesivo de la fuerza militar y civil, similar a la “Operación Cóndor”, una de las campañas/estrategias más sangrientas en la lucha contra el narco en el noroeste del país.
El modelo de seguridad pública de Castañeda no orienta la violencia hacia la prevención ni hacia la planificación estratégica de largo plazo; se ajusta a la improvisación, a la visión cortoplacista del fenómeno delictivo y al mañoso manejo de estadísticas. Es urgente la creación de capital social dirigido a optimizar la calidad de vida de los sinaloenses de forma inclusiva, solidaria y direccionada a promover una cultura de la paz.