Alvaro Aragón Ayala
Responsable del área de prevención de delitos y corresponsable en las tareas de combate a la inseguridad y la violencia, el alcalde sustituto de Culiacán, Juan de Dios Gámez Mendívil, enfrenta su primer reto-riesgo: conservar la “Pax Narca” soslayando los “asesinatos selectivos” y seguir con el mecanismo de enmascarar la “desaparición” y “levantamiento” de personas o crear un nuevo modelo de pacificación del municipio.
El arribo de Gámez Mendívil a la presidencia municipal sacudió los andamiajes de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal. La versión de que Mauricio García Rodríguez sale de la titularidad de esa dependencia generó desconcierto entre la estructura policial que conocen el teje y maneje de la “seguridad” y que sabe que “botones” no pisar para evitar una escalada de atentados criminales contra los propios agentes preventivos y de vialidad.
En Culiacán se vive una “Pax Narca”; la violencia es oculta por el control del crimen organizado, el cual mediante una estructura más numerosa y poderosa que la policía municipal y la Secretaría Estatal de Seguridad Pública “pacifica” las colonias y fraccionamientos con un sistema de vigilancia amplio y súper-sofisticado. El “poder de la seguridad” se cedió a los grupos delincuenciales para reducir aparentemente los índices de criminalidad y violencia.
Como alcalde en funciones, Juan de Dios Gámez Mendívil, quizá entienda –porque la realidad es inocultable- que en Culiacán y el resto de los municipios de Sinaloa-, el Gobierno federal, el del Estado y las instituciones civiles renunciaron al Estado de derecho y al monopolio de la violencia legítima, para llevar la fiesta en paz con el narco acatando la línea estratégica de “abrazos no balazos” del presidente Andrés Manuel López Obrador.
“El Culiacanazo”, la colocación de retenes en zonas “claves” del municipio culichi, el montaje de una sobrevigilancia narca jurisdiccional, el asesinato del periodista Javier Valdez y de ciudadanos víctimas colaterales de las pugnas intestinas de los delincuentes, son sobradas muestras de que, en Culiacán, principalmente ahí, en la capital del estado, el crimen es el que manda, impone reglas y doblega al Estado, a la iglesia y a la sociedad, operando con impunidad y diligencia.
Si a Juan de Dios Gámez Mendívil no lo mueve una mentalidad suicida, lo más probable y posible, lo más acercado a la realidad, es que se ajuste al modelo viejo de la “Pax Narca” y que opte por el disimulo para no alterar el estado ánimo del crimen, a cambio de migajas de tranquilidad ciudadana. Es regla básica: La violencia disminuye cuando los grupos delictivos así lo determinan y aumenta cuando se fragmenta el cártel o cuando otra banda intenta invadir territorio municipal. Es cuanto.