Rocha, el Dictador.

CAMPUS

Jaziel Trasviña Osorio.

No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia,

Montesquieu.

No es el ministerio público, no es la fiscalía, no es el SAT, no es el Congreso del Estado, no son las facturas falsas, no son los medios de comunicación pagados, Es el Gobernador, todo es él, es Rocha, repito es Rocha.

Con la culminación de la “farsa” de audiencia en donde la Fiscalía del Estado a través del ministerio publico y el juez de control, vinculan a proceso al Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, quedó demostrado que en Sinaloa no existe la separación de poderes y que es el Gobernador Rubén Rocha Moya quien dicta justicia y sirve de jurado y verdugo en juicios y expedientes armados de manera perversa en contra de quién el considere sus enemigos políticos.

No se debe de perder de vista el origen real de esta problemática entre el Gobernador y la casa de estudios que le dio y le sigue dando de comer a su familia, el conflicto parte de una premisa muy simple, pero a la vez perversa:  Rubén Rocha Moya quiere tener el control absoluto de la Universidad Autónoma de Sinaloa y poder decidir el nombramiento de sus autoridades incluyendo al Rector, tal y como lo hace ya en la Universidad Autónoma Indígena de México, Conalep, UAdeO, Cobaes, UPES, etc.

Con esta premisa, se implementó desde el tercer piso un plan que incluye a todas las dependencias estatales y aquellas que se supone no dependen del Gobernador pero que en los hechos demuestran que no existen la separación de poderes.

La pretensión de aprobar a ultranza una Ley de Educación la cual no fue discutida y analizada por la comunidad universitaria y que viola a todas luces la Autonomía Universitaria, fue lo que desató el problema que hoy amenaza con colapsar el estado y que desnudó y puso en evidencia las características de un gobierno represor, en donde el Tirano ordena y los Lacayos obedecen.

Las actitudes dictatoriales y Tiranas de Rubén Rocha y el vergonzoso y servil actuar de las dependencias de gobierno, incluidos el Congreso del Estado con la fracción Morenista y la Fiscalía, bien podrían encajar en la categoría de “La Novela del Dictador”, subgénero narrativo característico de la literatura latinoamericana que aborda la constante histórica de las dictaduras en los países latinoamericanos.

Por ejemplo, en “La Fiesta del Chivo” de Vargas Llosa, se denuncian las perversiones del poder dictatorial, lo desmitifica y relativiza desde una perspectiva moral que podemos identificar como abiertamente optimista, en este caso la figura central sería el “aspirante” a dictador Rubén Rocha, quien por su gris figura y por su opaco actuar no brilla dentro del panorama nacional, pero ha intentado formar una especie de Feudo estatal en donde aspira a ser él y solo él quien ordene y decida todo y a todos.

En esta analogía, los adláteres del “dictador” Rubén Rocha serían los diputados de MORENA, la Fiscal Sara Bruna Quiñonez, el Secretario General de Gobierno Enrique Inzunza y los medios de comunicación “pagados” con convenios de publicidad con el gobierno estatal, todos ellos están obligados a obedecer al supremo Dictador, sin siquiera reflexionar sus actos y sin importar que se esté violando la ley.

Para Vargas Llosa el tema de la relación entre traición y lealtad son en demasía importantes para el dictador y su “modelo” de gobierno, lealtad y traición constituyen los ejes de toda acción política y de todo proceso histórico vinculado al desarrollo del poder. En el caso del poder dictatorial la dinámica de lealtad y traición es fundamental para su supervivencia.

En condiciones de dictadura, la lealtad se ofrece como un valor político supremo para el poder, pues, en medio de la inestabilidad que genera el carácter ilegítimo del gobernante, es lo único que se cree que puede garantizar el control de la perpetuación de su dominio. La traición es consubstancial al ejercicio del poder dictatorial, es lo que lo sostiene, pero también es lo que lo amenaza. El dictador, así como su entorno inmediato, sabe que solamente la traición puede acabar con él, por eso le teme, la persigue y la castiga con crueldad.

 Es claro que, desde tal punto de vista, se considere que solamente la traición puede destruirlo. De esta manera, la dictadura elabora cuidadosamente una falsa moral, mediante la cual educa a sus subordinados y a los ciudadanos, consistente en reconocer como la mayor virtud la lealtad a su persona y como la peor afrenta la traición a la misma. La norma de lealtad al poderoso que rige en el estado dominado por la dictadura es una norma absoluta, desde la cual deriva todo el sistema de la dictadura. En nombre de esta norma todo está permitido, lo que significa que ella contiene un sentido tergiversado de lo que es lealtad. Habría que señalar que esta lealtad no es lealtad a secas, pues su alcance queda delimitado por el complemento que regula su significación: el dictador. En tal sentido, lealtad debe leerse exclusivamente como lealtad al dictador, que es la expresión que yace en el fondo del término en un contexto de cercanía al poder dictatorial. Esta restricción es la que permite y autoriza al individuo cualquier atropello respecto a los demás y a sí mismo. Instruidos o amaestrados en esta simple moral unidireccional, cuyo único objetivo radica en proteger al dictador y perpetuar su poder, los ciudadanos están en disposición de ser vaciados de los principios más elementales de la moral y la dignidad, por ejemplo, Aristóteles especifica que la tiranía busca en primer lugar “el envilecimiento de los súbditos, pues sabe que quien tenga un alma baja y pusilánime jamás conspirará.

Suprimida la libertad colectiva e individual, el saqueo de la moral pública y de la moral privada, la depredación moral de los ciudadanos constituye la operación fundamental que sostiene el poder del dictador, los sujetos se afanan por mostrarse leales ante el poder y borrar cualquier indicio susceptible de dar la impresión de traición y acusar, en cambio, a otros hombres de actos de traición.

 El dictador juega con sus colaboradores como parte de su satisfacción por el uso del poder, así las cosas…

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