Humberto Muñoz García
Después de la globalización y la pandemia es indispensable seguir la discusión y el debate de hacia dónde se dirigen las universidades
Me parece oportuno comenzar a discutir qué va a pasar con nuestras universidades, ante realidades presentes y futuras bastante complicadas. En ese contexto es difícil hacer cambios institucionales que cubran: la estructura organizativa, programas docentes, modos de producción del conocimiento y difusión sobre cómo crearlo y utilizarlo. Cambiar la universidad requiere establecer mejores condiciones de trabajo académico, y su división por figuras del personal, renovar las formas de gestión y hacer eficaz al gobierno universitario.
En suma, caminar hacia una reforma integral que promueva la inclusión de estudiantes, vía presencial y a distancia, impulsar a la academia para que eleve sus capacidades intelectuales y vincular a las instituciones en esfuerzos conjuntos que permitan dar respuesta a la cada vez mayor complejidad de la sociedad en la que vivimos. Será ventajoso tener universidades abiertas que lleven a cabo proyectos con los sujetos sociales interesados en el desarrollo de la sociedad.
También es indispensable acentuar la importancia de las ciencias sociales y las humanidades, que tienen como principal nicho a las universidades públicas, por su valía en la interpretación de la problemática social y en la elaboración de políticas públicas para vencer los obstáculos al desarrollo. Es deseable realizar un cambio institucional con perspectiva, para que la universidad transite sin sobresaltos a nuevos estadios académicos, sin perder su identidad y su ética. Este es uno de los principales retos en los tiempos por venir.
Contar con un marco conceptual y una revisión estatutaria será imperioso para orientar y conducir el cambio, todo lo cual debe ser elaborado a partir de la opinión de las comunidades universitarias y sus dirigentes, así como de académicos dedicados al estudio de la universidad, reunidos tantas veces como sea necesario. En uso de la autonomía, habrá que cuidar que no interfieran intereses externos que busquen influir en el proceso de cambio y sus objetivos.
Por su historia, tradiciones y recursos, cada universidad es un espacio único, de tal suerte que la reforma, y su profundidad, seguramente será distinta entre las casas de estudio que forman el sistema de educación superior, pues cada una se localiza en su propio entorno jurídico y político. Habrá que tener en cuenta el marco de la nueva ley de educación superior.
La universidad en México, y en América Latina, ha sido pensada y analizada por académicos e intelectuales reconocidos, quienes han hecho propuestas para fincar a la universidad en distintos momentos. Los movimientos estudiantiles, por su parte, han estimulado la transformación institucional para hacerla un espacio académico desde donde debatir de manera racional y organizada la realidad y la cultura de la nación. No se parte de cero. Tenemos capital científico acumulado. Habrá que proponer cómo estimular la participación comunitaria en el rumbo institucional, estar pendientes de la disputa por el campus y reconocer el papel de la universidad como constructora de Estado (Ordorika).
Después de la globalización y la pandemia es indispensable seguir la discusión y el debate de hacia dónde se dirigen las universidades y los cursos del cambio. Me parece que en este momento es crucial que la universidad siga analizándose a sí misma, al tiempo que se reestructura para enfrentar las oleadas de la digitalización, la inteligencia artificial, y el big data. Examinar y debatir, para actuar, sobre lo que viene ya en este Siglo.
Ante los desafíos del conocimiento y los avances tecnológicos, la universidad hará bien en ocuparse por los cambios generacionales entre sus académicos, la actualización pedagógica de los profesores, quienes deben tener oportunidades para capacitarse. Asimismo, fortalecer y ampliar los planes y programas de retiro, para que las innovaciones docentes y de investigación se lleven a cabo de manera más natural.
Por último, es relevante tener presente los problemas que están enfrentando las universidades públicas, exacerbados por la pandemia. Sin lugar a duda, se ha intensificado la burocratización. La cual ocurre desde hace tiempo, y consiste en poner trabas, exigir documentación innecesaria para hacer un trámite, que se vuelve cada vez más lento y tardado. Un trámite sencillo tiene que revisarse por varias instancias de la organización. La burocratización ha empoderado al cuerpo administrativo, que se interpone y detiene las decisiones e iniciativas de la academia. No es aceptable ningún trato despótico ni posiciones burocráticas que escondan intereses creados contra el cambio.
En las universidades hay precarización del trabajo académico, sin faltar las arbitrariedades de algunos directivos. No existen políticas de comunicación de las dirigencias con la comunidad y con el exterior del campus. Hay falta de legitimidad y desconfianza contra los directivos. Entre los estudiantes priva la brecha digital y los gobiernos federal y estatales, cada vez que pueden, se quejan y denostan, sin pretexto, a las universidades.
La universidad requiere hacer presencia en el espacio público, aparecer en el mundo económico, laboral, social y político. Los académicos, profesores, investigadores y técnicos tenemos mucho trabajo por delante para conseguir un medio institucional que sea más estimulante, sin becarización de por medio.