Raymundo Riva Palacio.
Los líderes de la alianza Va por México parecería que habían hecho la chica de derrotar a Morena en la elección para la gubernatura del Estado de México, por la forma como minimizaron su derrota y encontraron en argumentos forzados razones para decir que si bien perdieron, no fue tan malo, porque habían remontado una desventaja de más de 20 puntos. El presidente del PAN, Marko Cortés, afirmó que la alianza era potente y sumaba votos, explicando lo que habría sucedido si no hubieran ido en coalición este domingo, en un ejercicio de retórica barata, que no impidió que reconfirmaran que seguirían juntos hasta 2024.
Pero si eso se sostiene en los hechos, competir por la Presidencia el próximo año será un ejercicio ocioso, y esa coalición estará destinada a la derrota. No se necesita invocar a Cassandra para ver ese futuro. Basta ver lo que hicieron en las elecciones mexiquenses para darse cuenta de que, por diseño, por negociación, por terror, por traiciones o simplemente porque no pudieron, son incapaces de generar una alternativa competitiva y ganadora. El contrargumento de la arrolladora victoria del priista Manolo Jiménez en Coahuila no se sostiene al no haber sido ese triunfo producto de la coalición, sino del trabajo del gobernador Miguel Riquelme y de la selección de un muy buen candidato.
El Estado de México fue el laboratorio donde se puso a prueba la alianza Va por México y naufragó. Alejandro Moreno, presidente del PRI, y Jesús Zambrano, líder del PRD, echaron la culpa al gobernador priista Alfredo del Mazo. “Tenemos que censurar la omisión del gobernador con las versiones de que estaba entregada la plaza de antemano”, dijo Zambrano. “Esto es lo que pasa cuando un gobernador le da la espalda a su partido y opera en contra de él”, añadió Paloma Sánchez, responsable de prensa y propaganda en el PRI, y pieza clave de Moreno. “Pregunta seria, ¿qué embajada habrá negociado Alfredo del Mazo?”.
Hay razones para responsabilizar de la derrota a Del Mazo, como haber impuesto a Alejandra del Moral, que no era a quien deseaba Morena, y de haber obligado a la campaña, por encima de su estratega Roberto Trad, a hacer lo que indicaban Francisco Sarmiento, coordinador general de Estrategia e Imagen del gobierno, y Ricky Arango, jefe de la consultoría, para contender sin competir, y luchar sin confrontar. El gobernador, ni para bien ni para mal se metió en la campaña, como parte de un acuerdo con el gobierno, forjado con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, quien el domingo sugirió en Palacio Nacional, como reconocimiento por haber cumplido lo pactado –cuyo alcance se desconoce–, le ofrecieran una de las grandes embajadas y asegurarle un cargo en el gabinete del próximo gobierno.
Es cierto que Del Mazo abandonó el trabajo político-electoral territorial durante su sexenio, que produjo un abandono de la militancia priista, como por ejemplo que las mujeres priistas no fueran incorporadas en el programa social del Salario Rosa. Tampoco hizo nada por limpiar la cara del PRI, que las encuestas registraron como una marca convertida en lastre que perjudicaba a Del Moral más de lo que la beneficiaba. Sin embargo, dijo un miembro de su campaña, en sus encuestas internas veían que los negativos contra el PRI eran iguales a los que tenía Morena.
El problema de fondo, que es lo que quiere ignorar Va por México de cara al 24, es que ninguno cumplió con sus compromisos de votos. El PRI había garantizado 2 millones –40 mil más que los que tuvo Del Mazo en 2017–, pero sólo movilizó un millón 747 mil 409 de votantes, que significó 5.4 por ciento menos que hace seis años. El PAN ofreció entre 800 mil y un millón, pero sólo aportó 700 mil 944, 2.81 por ciento menos de lo que le dio a Josefina Vázquez Mota en las anteriores elecciones. El PRD contribuyó con 182 mil votos, cuando su compromiso era por 250 mil.
Todos fallaron. Esos compromisos de votos se veían muy bien en los Power Point de las presentaciones, pero no los concretaron. Ni operación terrestre, que Morena hizo durante seis años, ni buenas mediciones, atribuibles también a sus estrategias. Esperaban una participación casi cinco veces superior a la que hubo, con rangos de 54 por ciento mínimo y 59 por ciento máximo, y una afluencia de 60 por ciento en el poniente de la Ciudad de México, y 64 por ciento en el valle de la zona metropolitana y Toluca, que terminó por debajo de 50 por ciento.
¿Por qué no salieron a votar? Influyó el manejo de encuestas –por parte de Morena– para sembrar entre el electorado que ya estaba decidido todo, pero también en la postura de Del Mazo, que envió un mensaje negativo al electorado por el abandono público a Del Moral. Los incentivos para salir a votar nunca fueron creados, y ahora todos se están echando culpas, sin asumir responsabilidades.
Con la nueva información que está surgiendo, se puede argumentar que Del Moral tuvo oportunidad de ganar. Hace dos semanas, el tracking poll de su campaña daba un empate en cuatro puntos, aunque en las encuestas en vivienda se ampliaba a ocho puntos la diferencia con Gómez. Sin embargo, no hubo ningún esfuerzo concreto para seguir acortando la diferencia, salvo la operación con los grupos políticos y de interés que, contra lo que pensaban, no rindió frutos.
El desorden y las divisiones en la campaña no pueden ser atribuidos a una sola persona, como intentan hacerlo ahora los líderes de los partidos. Fue la suma de errores, omisiones y equivocaciones de todas las partes. Dentro del PRI hubo resentimientos y confrontación, que proyectaron un mensaje confuso a la militancia. En el PAN hubo fuertes quejas de cómo, después de negociar por meses con Del Mazo, se fuera a entregar el estado. Dijeron haberse puesto todos de acuerdo para ir unidos, pero fue falso. Ayer los líderes de la alianza repitieron que irían unidos al 24, pero con base en los antecedentes, se puede argumentar que tampoco será cierto.