Raymundo Riva Palacio.
México está en una guerra cultural que va más allá de la lucha del poder. Es una guerra que Andrés Manuel López Obrador comenzó en los 80 en las zonas rurales de Tabasco, donde sembró en las mentes el discurso de los ricos contra los pobres y los que tienen y los que no. Tras lograr su objetivo, trasladó su lucha a las zonas urbanas, donde las invasiones de más de 600 pozos petroleros en los 90 lo llevaron a la Ciudad de México, que se convirtió en su gran campo de batalla. Ningún gobierno vislumbró que la guerra cultural que vivían otros países llegaría a México, quizás ni López Obrador, que probablemente la desencadenó intuitivamente.
Los nuevos libros de texto gratuito son el escenario más claro de esa guerra cultural en la que estamos. Hay fuertes críticas por sus errores y por el secretismo de cómo se hicieron, así como por su pedagogía y metodología. Una de las censuras más duras fue de un experto en educación, Gilberto Guevara Niebla, que afirmó que no llevan al alumno a pensar por sí mismo, sino que tienen un carácter instructivo-doctrinario que busca imprimirse en la mente de los maestros y alumnos, clausurando la vía para que ellos decidan libremente. Su argumentación nos ubica en el campo de batalla al que nos llevan estos libros de texto gratuitos, tan controvertidos como muchos otros en el pasado, pero que a diferencia de otros momentos, desnudan la guerra de López Obrador por la hegemonía del pensamiento, el control de las mentes y el futuro.
En su diccionario sobre el populismo, el Centro Europeo de Estudios sobre el Populismo define que las guerras culturales son un conflicto cultural entre grupos sociales y la lucha por el dominio de sus valores, sus creencias y prácticas, que comúnmente se refiere a temas altamente controvertidos en los cuales hay un desacuerdo social general, y una polarización en la forma como se ven los valores sociales. Y sí. “El libro que tienen en sus manos es resultado de una lucha social histórica”, proclama la presentación del libro De lo humano y lo comunitario, del primer año de secundaria (p. 6).
“La Nueva Escuela Mexicana busca trascender la lógica de mercantilización construida en los libros de texto de los modelos educativos anteriores (p.4), que modifique la condición centralista del sistema escolar para transitar hacia uno más descentralizado, abierto, dinámico que impulse aprendizajes críticos… (porque) solo así será posible disminuir la incompetencia del conocimiento técnico el cual considera a los estudiantes como los desposeídos de los problemas fundamentales en su vida cotidiana”, (p. 5).
Los libros, sin embargo, no pueden ser vistos como un cambio de “la incompetencia del conocimiento técnico” por herramientas que mejorarán la educación de los niños mexicanos, sino que introducen a nuevas zonas oscuras del conocimiento donde, por ejemplo, no se apuntala la ciencia y se propone recuperar el pasado –incluso precolombino– como forma de desarrollo, y retomar las enseñanzas de los pueblos originarios, a las que dedican decenas de páginas contra unas cuantas que permitan competir en un irreversiblemente mundo global –del que reniegan los libros–, mejor preparados.
Pero el conocimiento no es el objetivo de los libros de texto. Su meta es aniquilar todo el pasado para imponer el futuro de lo que López Obrador define como la cuarta transformación. James Davidson Hunter, quien colocó las guerras culturales en el mapa de la ciencia social hace más de 30 años, recientemente reflexionó, en entrevista con Político, que lo que entonces fue un conflicto cultural principalmente de la clase media blanca en torno a temas religiosos, hoy es un conflicto cultural de clases donde ya no chocan por posiciones teológicas o de tradición eclesiástica, sino que luchan contra la extinción.
Esta es la discusión de fondo. López Obrador lo ha dicho, parafraseando a Alexis de Tocqueville, que hay una sociedad que se niega a morir y una que quiere nacer. Los libros reflejan esta triada política-ideológica-existencial, donde quiere enterrar con su narrativa el antes para consolidar el después:
1.- “Durante más de cinco décadas, la estrategia de los gobiernos en turno fue ocultar, actuar desde las sombras, en la penumbra; golpear con la certeza de no evidenciar el dolor. Asesinar sin dejar indicios. Torturar en los cimientos del horror”. (Un libro sin recetas, fase 6, secundaria, p. 12). Desde hace cinco años, cuando inició el gobierno lopezobradorista, señalan los textos, todo ha cambiado.
2.- “La transición política de un Estado nacional-revolucionario a uno neoliberal, condujo a la precarización de los salarios en general y de los profesores en particular”, (ídem, p. 41). Los libros plantean su demolición.
3.- “Una causa fundamental del origen de las desigualdades son los modelos socioeconómicos neoliberales implementados por décadas en la mayoría de las regiones del mundo, (que) otorgan facilidades, privilegios y estímulos a las élites políticas y económicas de los países… y que los bienes públicos puedan tener dueños privados que puedan apropiarse de ellos legal o ilegalmente, en el caso de México, los minerales del subsuelo, el agua, los bosques, las selvas y el viento”, (Ética, Naturaleza y Sociedades, primer año de secundaria, p. 45).
En estos libros de texto no sólo hay un impulso a la visión del gobierno, como antaño, sino el fortalecimiento de la narrativa de López Obrador, que como los populismos de izquierda y derecha, rechaza la cultura y los valores de la élites, y coincide en su hostilidad contra los ideales y las prácticas de los gobiernos tecnocráticos. La discusión pública ha caído en la histeria de que son libros comunistas, confundiendo semánticamente con comunidad y colectividad que abunda en los libros, y que las citas de Mijail Bakunin, tienen más que ver con el talante anarquista del presidente, que con Carlos Marx o Lenin.
Pero el debate no es superficial ni pasajero. Como planteó Hunter, se trata de sobrevivir o extinguirse. Las víctimas de esta dialéctica de autodestrucción masiva son los niños, porque esta guerra cultural hará aún más desigual a nuestra sociedad y más partido a nuestro país.
El Financiero