Álvaro Aragón Ayala
La glosa del primer informe de Rubén Rocha Moya resultó un ejercicio improductivo del Congreso Local porque los funcionarios y los diputados se fundieron en abrazos, en la retórica, el halago y el exhibicionismo personal remontando la explicación y la evaluación del contenido del documento es dado a conocer con anterioridad por el gobernador.
Los antecedentes reportados en el Congreso Local son de sumisión al Poder Ejecutivo o de una especie de simbiosis que trastoca la división de poderes. Los funcionarios estatales, acoplados con los legisladores, convirtieron en una plataforma de proyección personal las comparecencia ante el Poder Legislativo.
La glosa significa: explicación o comentario que se añade a un texto para aclararlo, aunque los teóricos de la política lo consideran un análisis político, jurídico, económico y social de los grupos parlamentarios del Congreso Local. Sin embargo, primó la farsa publicitaria para ocular las debilidades de cada una de las secretarías, cuyos titulares trabajaron durante un año en modo avestruz.
Ante los diputados oficialistas que no representan al pueblo, sino a los partidos políticos y a intereses grupales, los integrantes del gabinete estatal lucieron sus dotes demagógicas para establecer que “todo está bien”, que “van bien”, que están cumpliendo con sus funciones, demostrando que viven en la burbuja del poder, fuera de la realidad.
La glosa se convirtió en un informe alegre que no permitió medir la trascendencia del cambio y el ejercicio administrativo de Rubén Rocha Moya. La evaluación o análisis del primer informe de gobierno pasó a último plano, pues fue devorado por los apetitos publicitarios de los funcionarios del gabinete y de los diputados que quieren aparecer en las boletas electorales del 2024.